sábado, 12 de enero de 2008

evelyn está caliente

llegan las lluvias, llega el viento frío del río chili que se desliza por las paredes gris piedra de la parte antigua de la ciudad, llega el tiempo de narrar.

todo empezó, como empieza siempre, mirando el paisaje de plaza san martín desde las plataformas de la estación de retiro: el rulero, el sheraton, la torre de los ingleses. luego siguió como sigue siempre: en el micro. sólo que en el micro nos ganamos un whisky. porque en el micro se había organizado una tómbola. la cuestión es que en algún momento me desperté y el paisaje era doble: desértico y montañoso. estábamos llegando a chile. nuestra primera parada en esa dividida tierra fue la pequeña ciudad de los andes, donde tuve mi primera visión: en escala decreciente, de grande a pequeño, de allá para acá, una montaña, una torre nórdica (me encantan) y una shell. había llegado a europa, había llegado al capitalismo, había llegado a chile.

me cuesta pensar en valparaíso como me cuesta pensar en esa gente que se parece demasiado a otra gente. porque, más allá de la alegría de estar pisando suelo chileno, mi sensación era la de estar en barcelona. supongo que me va a pasar eso con todas las ciudades portuarias del mundo. el olor a pescado y a orín me transportaban frecuentemente a otro tiempo, y ciertos pequeños detalles ciudadanos (la existencia y forma de ciertos pasajes) confirmaban la analogía. pero no era todo platónico, todo arquetípico-barcelona: la dialéctica histórica hizo que valparaíso me revelase a barcelona como puerto, cosa que quizás yo no tenía tan clara. el olor de barcelona era olor a puerto, no a cataluña.

conocimos gente. tomamos birra en una plaza increíble (plaza que ya es hermana de la plaza mafalda), con el pasto verde oscuro de los países europeos, mirando el mar, con tres chilenas que se habían definido como "mantenidas", a lo que jaga acotó perfectamente: "sin sueños". también a kevin, un pendejo muy copado [a los chilenos no se les entiende nada, y sólo explican lo poco que uno había podido entender], que me llevó a dar vueltas por la alucinación de los cerros, y a un grupo de jóvenes que me invitó a comer a su casa, donde descubrí algo muy particular: en valparaíso muchas veces se vive como si uno estuviese en un bosque, porque al ser tan irregular el terreno es muy probable que en la ventana de las casas no se vea la vereda de enfrente, sino una arboleda o una cañada. [también hice un paseo en bote, donde pensé largamente en el ser marinero, en la preferencia por la antiguedad, por la historia como aura, en la misantropía, en la viña de ciudades portuarias del señor].

dejamos valparaíso para llegar a iquique. apenas entramos al hostal conocimos un grupos de argentinos (dos chicas, dos chicos, amigos) con los que estuvimos las cuarenta y ocho horas que pasamos allí. los flacos eran muy copados y las chicas eran lindas. almorzamos en un mercado que parecía salido de el chavo (flash), vimos el atardecer en la playa, tomamos el whisky que nos habíamos ganado en las rocas. fueron días muy lindos. de iquique vimos poco y nada. fuimos a la zona franca, donde nuestras únicas emociones, puesto que no había libros, consistieron en divisar un kentucky fried chicken. pero ya habíamos comido.

en chile no diré que tuvimos hambre pero tampoco que nos satisficimos. es todo bastante caro.

pero ahora estamos en perú que es una fiesta.

llegamos ayer a arequipa, vía tacna. nos alojamos en un lindo lugar y se acabó todo: a comer sin parar, cafecito, libros. hoy, por ejemplo, desayuné en la plaza de armas, en un balconcito, por cinco pesos. y me compré un libro de arguedas, los ríos profundos, por tres pesos [leí ciencias morales, uf]. el tema de las librerías es zarpado. creo que entré a quince.

mientras los foráneos nos invitamos a la fiesta, los hijos del perú mueren de hambre y frío en las calles.

y quizás no haya mucho más que contar. nos vamos a cuzco, quizás pasemos por puno, quizás, quizás, quizás. lo único que sé es que hace un año delirar por las calles escuchando tercer mundo era un placer logrado, y ahora es un yoghurt. rico, pero un yoghurt.

y allí vamos, andes.