miércoles, 23 de abril de 2008

El amor y la Copa Libertadores

Hasta abril, en cualquier año, puede decirse que el elemento viajeroestival está bastante presente. Todavía se sienten los ecos de las vacaciones, del viaje que habitó en ellas, de los valles recorridos. Ese influjo del paisaje vivido todavía destila su quehacer vital y poético sobre una vida que empieza a agarrar los ritmos del invierno, sus solitarias rutinas, su té reparador.

Allí donde el pasado se mezcla con la virtualidad, donde las fronteras entre lo que queremos, lo que podemos y lo que hacemos desaparecen, allí aparece la exacta línea divisoria, el terreno común de la expectativa, la Copa Libertadores, el amor, la mismísima esfera de nuestro deseo.

Estando aún en abril no debemos olvidarnos de nuestros sueños y montañas de enero. Pero ¿cómo recuperar esos sueños y esas montañas cuando nuestra realidad se compone de tediosas horas de trabajo y de viajar en un colectivo número 15 absolutamente abarrotado? ¿No será demasiado tarde para nuestros sueños, para nuestras montañas? El 15 me deja debajo de la autopista.

Fox Sports es una cosa hermosa. Los anuncios de los partidos son así, por ejemplo: “Martes 25. Buenos Aires. Lanús se enfrenta a la Liga de Quito, y tiene que ganar…”. El lugar no es un simple dato: es el flash mismo del partido. Ocupa el lugar que le corresponde.

Vi a San Lorenzo jugando en Potosí, abajo del cerro, con el frío chuquisaqueño. Vi un partido de Cienciano, entre las montañas de Cuzco que tan bien conozco.

Cada partido de la Copa es un momento de este año. No por el partido en sí, sino porque mi vida es fácilmente ubicable respecto de cada partido. Cada partido es [fue] un estado en la relación de pareja y una relación con el viaje que esa pareja construyó y que construyó esa pareja.

La Copa Libertadores empezó el año conviviendo con el espacio que yo habitaba (Chile, Arequipa, Cuzco, La Paz) y ahora convive con la noche, la autopista, el refrescar del viento, la bicicleta y el 15. Es el deslizamiento por el tiempo y el espacio, además de signo del nexo con el viaje y con la pareja.

¿Será casualidad? El partido que Boca jugó en Venezuela, el primero que jugó en la Copa, lo vislumbré en sus minutos finales en Almagro, en febrero, cuando hacía un calor pseudovenezolano y ese calor era también el calor de la convicción. El partido en Santiago de Chile lo vi en Mendoza, en el aire frío que rodea la cordillera, con el frío aire de la duda.

¿Contra quién jugaremos en la siguiente ronda? ¿Cuáles serán las postas del camino?