sábado, 2 de febrero de 2008

la segunda etapa del viaje se iba a definir por un mayor grado de soledad, una mayor intensidad de la lectura (que en cuzco había bajado mucho, pero en arequipa, por ejemplo, había sido intensísima) y una atmósfera general de diafanidad y evanescencia.
error.
el final del tiempo en la otrora capital del imperio coincidió con el principio de un intenso dolor de panza. viajé a copacabana buscando refugio en la cama y la lectura (un libro de artículos de álvaro mutis, bastante fofo, y un librito mágico de mi nuevo guía espiritual, oscar wilde)... el refugio estuvo, pero cuando me alejaba del colchón sentía que el estómago se hinchaba, se inflaba... casualmente me alojé en la misma habitación que el año pasado, esta vez con un suizo. curioso. creo que nunca establecí una relación así con compañero de viaje alguno. teníamos poco en común, pero nos hacíamos compañía. yo la necesitaba. decidí irme a la paz y ver qué onda. en realidad tenía muchas ganas de volverme y olvidar la fuckin panza. me subí a ese bondi, conocí a mariano...

llegando a la paz sufrí una iluminación. los que han visitado aquella capital saben que al llegar los micros van circunvalando la ciudad de lo alto a lo bajo, acercándose a su objetivo. en ese momento vi las montañas que rodean al trono del reino de bolivia, vi el sol iluminándolas, vi la maravillosa entidad de lo andino y recordé a galeano: "crónica de la ciudad de la paz". recorrí entonces, con mi dolorido espíritu (recuerden lo de la panza), la hermosa luz que irradia el libro de los abrazos, la magia que eduardo le pone a toda calle que exista en el continente, el sutil contenido de amistad que logra pintar en cada página, y me dije: "es tu viaje anual, estás en la paz, crónica de la ciudad de la paz, no te volvés nada". bajé del micro llevado por esa fuerza irracional, convencí a mariano de quedarnos y encaramos para el centro, para la plaza murillo.
mariano es muy copado: es de san telmo, no tiene un peso (pero no es nada hippie), le está empezando a gustar babasónicos por razones muy copadas, y es tan normal que se parece un poco a adrián. pasamos dos días muy buenos en la paz. me vio un médico, me dio unas pastis y todo mejoró bastante; tratamos de no comer en el mercado; pateamos y pateamos; fuimos mucho a internet. nos tomamos un bondi (la onda es: noche en cama-noche en micro-noche en cama-etc) hasta villazón pero yo me bajé en tupiza, para ir partiendo el viaje. en tupi boludeé bastante y paré en el más asqueroso lugar del mundo. inenarrable. antes de dormir recé para no pescar pulgas, y me duché con agua tibia, riesgo de electrocución y cercanía atroz de materias innobles.
al día siguiente me trasladé a villazón, me encontré a luli szwarc (cómo se escribe?) en el puesto fronterizo, logré pasar los libros que pienso vender en baires (ya se enterarán) y me tomé en la quiaca un bondi que me trajo hasta acá, hasta san salvador de jujuy. la alegría de entrar en argentina después de estar en bolivia es un sentimiento único, que sólo le corresponde a ese lugar y a ese momento.
y ayer llegué a sansal, me vine a este hostel con internet gratis (la contraparte ´material´ de toda esta crónica es que me estoy cargando el mp3), me encontré casualmente a marian, tocamos la viola (hay que decirlo: sonó buenos días palomar), comimos un muy rico pancho, pasamos por un bar y nos acostamos en la mejor cama en siglos, después de la mejor ducha en siglos.

mi país. (sintagma fascista que los argentinos fascistas sólo imaginan en bolivia).

y ya me vuelvo. hoy los veo a daro y juli, un par de horitas, y zzzuuummm. una de las muy pocas cosas altas que leí en ciencias morales: la ausencia marca tanto los lugares como la presencia. iré a chequear esta verdad. y a san telmo, mucho...