lunes, 3 de noviembre de 2008

me gusta mucho el atardecer, obvio. el amanecer también, pero contemplo pocos. sin embargo, en el medio del día, cuando el sol cae como un solo rayo y perjudica las tonalidades, aún encuentro en él un reposo: en cualquier lugar en el que me encuentre, pegando en el más feo musgo, en la más chota pared, puedo elevarme a las cofradías que amo, al cielo de cuba, a la música, al rumor de este mundo hispanoamericano en el que vivimos.