jueves, 14 de agosto de 2008

oh, sí, la tarde, que es un puerto...

Hace un año, alrededor de septiembre, una imagen se imprimió en mi espíritu: Carla avanzando lentamente por Puán, muy cerca de la Facultad. Carla iba en bici y era la hora del crepúsculo, pero como era septiembre esa hora puede extenderse bastante. Digamos que era, secamente, la tarde. En esa época yo vivía en Barrio Norte, trabajaba en Palermo y cursaba en Caballito. Era normal que me tomara el 141 o el 36, y era impensable que anduviese, panchamente y con el sudor que eso conlleva, en bicicleta un día de la semana. Ver a Carla ese instante me presentó entonces todo un mundo desconocido: el mundo de la tarde vivida lejos del encastre de rutinas, o en todo caso el de las obligaciones enhebradas con cierto placer. Ansié ese mundo. Han pasado casi doce meses y ese anhelo no desapareció. Es incluso probable que se haya añejado. Escribo todo esto porque hoy agarré la bici de un nuevo amigo que no sé por qué está en casa (la bici, no el amigo) y me dirigí al nuevo domicilio del Carpo: Paternal At It´s Purest (más tarde el Carpo me dirá que no se sabe si es, o no, Caballito, Villa Crespo o Paternal, y quizás tenga razón). Las arboladas calles de Buenos Aires son el infinito mismo, y la luz que pegaba en ellas era por lo tanto infinita. La ciudad de Aira, Dolina y Arlt. Puede decirse que tomé Aranguren hasta Nicolás Repetto, donde doblé (en esa calle vive ahora Le Carp), internándome en los sinuosos barrios centrales de la Capital. Todo era una mezcla de costumbrismo porteño, los versos latinos de Ovidio y la luz otoñal de Boston. Llegue a Carp´s, donde estaban el terrateniente y Ariel. Creo que he entrado al mundo de Carla (para que el sueño fuese perfecto podría pensarse en un próximo encuentro con Carla, ambos en bici, en una calle vacía).